La crisis financiera internacional ha dejado serias secuelas en los países denominados PIIGS (Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España), los que manifiestan una debilidad fiscal importante al no cumplir con el Tratado de Maastricht. El caso más grave es posiblemente el de Grecia, el que evidencia un nivel de deuda pública superior al 110 % de su PIB y un déficit fiscal anual que supera el 10 % del PIB.
La preocupación de los líderes de la Unión Europea (UE) no es, sin embargo, el rescate o no de la economía griega. La mayor preocupación consiste en qué hacer ante la eventual posibilidad de que otros países que incumplieron Maastricht –incluído el Reino Unido- se vean inmersos en la misma situación. Después de todo, dejar afuera de la UE a estos países terminaría con una unión que llevó mucho tiempo construir y que ha ofrecido numerosos beneficios a todos sus miembros.
La analista de Morgan Stanley, Emma Lawson, describe a Grecia como un “caballo de Troya” que amenaza no sólo al euro sino también a la credibilidad del BCE, debido a su incapacidad para atar en corto a los gobiernos con mayor déficit fiscal (Grecia, Irlanda y España). La percepción de los inversores se puede resumir en: “Falta de credibilidad en el Gobierno griego para que cumpla sus objetivos, falta de credibilidad en las instituciones de la UE para hacer frente a los Estados con alto déficit y falta de credibilidad en el propio euro”.
La falta de credibilidad se manifestará en falta de inversiones, lo que a su vez, implicará nuevas dificultades en la recuperación de la economía europea.
La pregunta que aquí nos planteamos es si la creación del Fondo Monetario Europeo es una política acertada o desacertada para paliar esta falta de credibilidad.
Disponible en “GPS Económico”, primera revista on line de Economía y Negocios, No. 3.
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